Un potente sismo de 7,7 grados sacudió el centro de Myanmar este viernes, cerca de Mandalay, la segunda ciudad más importante del país, que alberga a alrededor de un millón de personas y es conocida por sus históricos complejos de templos. Los temblores fueron tan intensos que se sintieron en lugares tan lejanos como Bangkok, la capital tailandesa. Videos compartidos en línea muestran a residentes en pánico huyendo de edificios que se balanceaban, mientras el polvo llenaba el aire y el tráfico se detenía abruptamente en las calles congestionadas. Myanmar, que ya enfrenta los estragos de más de cuatro años de guerra civil, se encuentra en una situación vulnerable, mal equipado para afrontar desastres naturales de esta magnitud.
Los testimonios de los residentes reflejan el miedo y la confusión que generó el sismo. Un habitante de Yangón, a unos 610 kilómetros del epicentro, relató a CNN que sintió el terremoto durante aproximadamente un minuto antes de salir corriendo del edificio. Otros también se unieron a la evacuación, evidenciando la rapidez con la que la situación se tornó crítica. En Yangón, las redes telefónicas se interrumpieron brevemente, pero pronto volvieron a funcionar, permitiendo a los ciudadanos comunicarse y compartir sus experiencias. En Mandalay, un video mostró el colapso de un puente sobre el río Irrawaddy, lo que subraya la devastación que el sismo ha causado en la región.
El impacto del terremoto no se limitó a Myanmar; también se sintió en la provincia de Yunnan, en el suroeste de China, y en Tailandia, donde un edificio en construcción se derrumbó en el parque Chatuchak de Bangkok, dejando a 43 personas atrapadas y a otras siete heridas. Un residente de Chiang Mai describió cómo sintió el temblor en su habitación y decidió salir corriendo a la calle por precaución. La situación es alarmante, y la combinación de un desastre natural con la inestabilidad política en Myanmar plantea serios desafíos para la recuperación y la ayuda humanitaria en la región.