
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, enfrenta uno de los momentos de mayor aislamiento político desde que llegó al poder, en medio del creciente despliegue militar de Estados Unidos en el mar Caribe y una cadena de derrotas electorales de gobiernos afines en la región. Buques de guerra, aviones de combate y efectivos de la Marina estadounidense refuerzan su presencia bajo el argumento de combatir al narcotráfico, mientras Caracas acusa que la verdadera intención es forzar la salida del mandatario del poder.
El golpe más reciente para el chavismo llegó con los resultados electorales del domingo en dos frentes clave. En Honduras, la candidata oficialista, Rixi Moncada, cercana a la presidenta Xiomara Castro, quedó relegada al tercer lugar, dejando la disputa entre los derechistas Nasry Asfura, respaldado por el presidente Donald Trump, y Salvador Nasralla. Ambos han adelantado que, de ganar, romperían relaciones diplomáticas con Venezuela.
En el Caribe, el oficialismo también sufrió un revés histórico en San Vicente y las Granadinas, donde el primer ministro Ralph Gonsalves, aliado firme de Maduro durante más de dos décadas, fue derrotado por el opositor de centroderecha Godwin Friday, quien arrasó en el Parlamento con 14 de los 15 escaños.
Este nuevo escenario se suma a un panorama regional ya adverso para Caracas. En los últimos años, América Latina ha vivido un giro político hacia la derecha con triunfos como el de Javier Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador y Nayib Bukele en El Salvador, gobiernos situados en las antípodas del Socialismo del Siglo XXI, proyecto impulsado por el fallecido Hugo Chávez.
Incluso países con gobiernos de izquierda o centroizquierda han marcado distancia con Maduro. Brasil, bajo el mandato de Lula da Silva; Chile, con el saliente Gabriel Boric; México, gobernado por Claudia Sheinbaum, y Colombia, con Gustavo Petro, han fijado límites en su relación con Caracas, especialmente tras las elecciones venezolanas de 2024, cuya legitimidad ha sido cuestionada a nivel internacional.
En este contexto, Washington sostiene que su operación militar va dirigida contra el narcotráfico y acusa al gobierno venezolano de estar infiltrado por cárteles, mientras Caracas rechaza esas versiones y denuncia un intento de intervención. La tensión también se refleja en el plano diplomático: antiguos respaldos dentro de organismos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños se han debilitado con los recientes cambios de gobierno.
Con aliados cada vez más escasos, derrotas electorales en su entorno cercano y una presión militar creciente desde el exterior, el gobierno de Maduro atraviesa un momento de vulnerabilidad inédita, en el que sus márgenes de maniobra política y diplomática parecen reducirse drásticamente.
